«Es el futuro, pero es el pasado también», comentó una amiga española cuando le expliqué en qué consistía el nuevo negocio de mi hermana: una tienda zero waste (cero residuos), donde venderá varios productos usando envases grandes, como una tienda a granel de toda la vida.
En el Reino Unido, comprar a granel se había casi extinguido hasta hace poco, igual que muchas tiendas pequeñas de alimentación. Aquí, los supermercados han dominado desde hace generaciones: en mi pueblo de 14.000 habitantes no ha habido ninguna panadería desde tiempo inmemorial.
Sin embargo, parece que la época de ir al supermercado y hacer la gran compra semanal se ha terminado. Por un lado, gracias a las webs de los supermercados y ahora Amazon Fresh, sólo los chinos compran más comestibles online que nosotros.
Por otro lado, y en el extremo contrario, volvemos a una manera de comprar que lleva mucho más tiempo que ir al supermercado. Se han abierto más de 100 tiendas independientes zero waste en el último año, a pesar del esfuerzo que conlleva traer tus propios envases a la tienda, pesarlos, llenarlos y hacer cola para pagar.
A este éxito han contribuido varios factores tiene varios actores. Primero, la serie documental Planeta Azul sensibilizó a millones de personas sobre el problema de la polución por plástico, mientras que por otro, los supermercados han sido incapaces de renunciar a los envases de plástico a corto plazo en respuesta.
Conscientes de la importancia de la economía conductual y para entender mejor al público de la tienda, mi hermana y yo analizamos nuestros propios motivos para adoptar y mantener un estilo de vida que produce menos residuos. Primero, tiene su elemento de gamification (ludificación) – es divertido tirar cada vez menos a la basura y como en un videojuego, el éxito da ganas de subir de nivel. (Para mí, el próximo paso es contratar otro fijo tradicional que vuelve a nuestras calles). Segundo, hay un aspecto social – me gusta comprar donde me conocen y estar rodeada de gente que me hace sentir menos rara.
Aparte de reconocer los factores importantes para crear una nueva costumbre (la fuerza de voluntad es lo de menos), nos dimos cuenta que aunque nuestra nueva manera de comprar parece la de la abuela, lo hacemos por motivos distintos, porque ella no tenía otra opción.
Al ofrecer una alternativa, aunque sea menos cómoda y más cara que el supermercado, la empresa de mi hermana pone al alcance de sus clientes el sentido de poder individual que conlleva la libertad de elección. Esta forma de empoderamiento personal resulta cada vez más importante en un mundo con pocas certidumbres.